
No parece necesario recurrir a los astros para deducir que octubre es un mes propicio para Sportivo Barracas, nacido el 30 del décimo mes de 1913. El flamante campeón de Primera D, consagrado como el mejor de la última categoría del ascenso este mes, guarda valiosos recuerdos en su histórico pasado. En su vieja y desaparecida cancha, que se ubicaba a pasos del Riachuelo, nacieron dos términos incorporados para siempre al colorido diccionario futbolero: alambrado olímpico y gol olímpico. El 2 de octubre de 1924, el estadio de Sportivo Barracas, escenario principal por capacidad y comodidad en la década del 20, albergó un amistoso entre las selecciones de Argentina y Uruguay, inaugurando el alambrado alrededor del terrreno de juego y con Cesáreo Onzari, futbolista argentino, sorprendiendo con una conversión directa pateando un tiro de esquina, por primera vez tras una modificación del reglamento; como los uruguayos venían de ser campeones olímpicos, los bautismos de estas dos novedades encontraron una fácil resolución. Otro orgullo, aunque no sucedió en octubre sino en agosto de 1932, lo representa la medalla dorada olímpica que se colgó Juan Carlos Zabala, el "Ñandú Criollo", atleta federado de Sportivo Barracas, en la maratón de Los Angeles 1932,