Historia Barrial


Indudablemente el origen de Barracas se encuentra ligado a lo que su propio nombre indica, y al accidente geográfico que caracteriza al barrio: el río. Desde los siglos XVII y XVIII existen menciones de “barracas” alineadas sobre la costa norte del Riachuelo, depósitos de cueros y otros productos que se almacenaban allí para su posterior comercialización.

Debemos figurarnos un paisaje bastante silvestre y totalmente despoblado. Una zona indudable, baja, húmeda y de compacta vegetación: juncos, camalotes, algunos pequeños árboles; y la barranca, más algunas otras elevaciones, con matorrales de arbustos y cactus así como pequeños bosquecillos de árboles de cierto porte: chañares, algarrobos u ombúes. 

El Riachuelo, más que una vía de comunicación, era un obstáculo para la circulación y el comercio de las carretas que venían desde el sur trayendo frutas y verduras. No había aún puentes, sino puntos definidos que debían cruzarse con canoas, cuyo servicio comenzó a ser reglamentado en 1653, cuando se dictamina que “se ponga una canoa para el pasaje de las personas”. Así, la zona del actual puente Pueyrredón comenzó a ser llamada “paso de la Canoa”, y en los últimos años del siglo XVIII se construyó el primer puente sobre el Riachuelo, de madera, llamado en su momento Puente de Gálvez. Pero las permanentes crecidas en repetidas ocasiones lo destruyeron, incluso en sus versiones posteriores de hierro.

En el Puente de Gálvez tuvieron lugar acontecimientos de gran importancia para la historia de nuestro país. Fue el lugar elegido por el coronel Beresford en junio de 1806 para incursionar en la ciudad. Sobremonte, el virrey, en un principio intentó o simuló intentar la defensa de la ciudad, y envió unidades del ejército colonial hacia ese sitio, dirigiendo las maniobras desde la colonia de la Convalecencia (antigua residencia jesuita, donde hoy se encuentran los hospitales Moyano y Borda) antes de ordenar quemar el puente con el objetivo de bloquearles el paso. Pero la defensa de la ribera izquierda por parte de los criollos no fue exitosa, y las batallas se libraron en la ciudad. En julio de 1807, las tropas porteñas los esperaban nuevamente frente al puente de Gálvez, pero esta vez sobre la ribera sur. Los ingleses, entonces, decidieron desplazarse hacia el oeste y cruzar el río por el paso de Burgos (actual puente Alsina). Este año los principales combates se dieron en la zona de la plaza Miserere.
Otro evento histórico que tuvo a este puente como escenario fue la sublevación del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Tejedor, contra el gobierno nacional, cuando en 1880 intentó, sin éxito, evitar la capitalización de la ciudad. 

La Barracas señorial 

Los dos caminos mas importantes que surcaban la zona en la época colonial eran la actual avenida Montes de Oca (parte del “Camino de la Ensenada de Berragán y Pampas” atravesar el paso de la Canoa o luego el puente, y llamada sucesivamente calle Larga y avenida Santa Lucía) y la actual Defensa, que a la altura de Caseros se desvía para juntarse con Montes de Oca. A fines del siglo XVIII se comenzó a usar el “Camino del Sur” (actual Vieytes), y en 1829 la actual Regimiento de Patricios, como prolongación de Defensa. Para entonces, ya estaba trazada también la avenida Martín García, que era llamada “calle de Brown”, por encontrarse allí la casa del célebre Almirante.

A lo largo de de estos primitivos caminos, particularmente de la calle Montes de Oca, durante la primera mitad del siglo XIX comenzó a poblarse la zona. Algunas familias pudientes adquirieron tierras y construyeron sus residencias de fin de semana, como natural extensión de la zona sur de Buenos Aires que era su hábitat (Monserrat y en creciente medida San Telmo). El paisaje silvestre pasó a ser uno de chacras y casaquintas de familias como los Balcarce, Cambaceres, Díaz Vélez, Miguens, Saenz Peña, Hernández, Montes de Oca o Álzaga, entre tantos otros. Las lomadas y el entorno natural, así como la cercanía con la ciudad, hacían del lugar una zona especialmente atractiva. También algunos ingleses tuvieron sus quintas en la zona. Según el viajero francés Arsenio Isabelle, en aquel tiempo “la bonita aldea de Barracas (…) es el lugar de cita del “mundo bien” en los días de fiesta, en que las damas vienen a pasear en calesa y a pie, en tanto que numerosos caballeros destacan su talento “ecuestre”. Se realizan allí frecuentes carreras de caballos, en las cuales se apuestan a menudo grandes sumas. Hay lindas quintas, en donde se está seguro siempre de ser bien recibido cuando se ha sido huesped alguna vez, lo que no es difícil a poco que se tengan modales agradables y se sepa el español”.

En la actual plaza Colombia se encontraba una de estas quintas: la de Martín Álzaga, un rico comerciante vasco, héroe de las invasiones inglesas y presunto mentor, en 1812, de una conspiración contra el gobierno revolucionario, que le costó la vida. Uno de sus nietos recibió parte de la gran fortuna y, ya cincuentón, se casó -en 1862- con Felicitas Guerrero Cueto, una niña de la sociedad. El asesinato de la muchacha- ya viuda- una década más tarde, y a manos de un amante despechado, fue la comidilla de la buena sociedad. En memoria de su hija, sus padres pagaron la construcción de un templo ecléctico en los jardines de la propiedad. Su particularidad es que es la única iglesia de Buenos Aires en cuyo interior hayamos estatuas que representan a seglares: los bustos de los padres de Felicitas y dos estatuas de cuerpo entero que representan al matrimonio Álzaga con su hijo. El edificio preanuncia la monumentalidad edilicia que va a caracterizar a la ciudad en el futuro, combinando elementos del neorrománico y el gótico. La casona fue vendida a la municipalidad en 1908 y en 1937 se la demolió para delinear la actual plaza.  

La Barracas proletaria 

El paso del siglo XIX al XX trajo muchos cambios a la ciudad y también a Barracas.
La población inmigrante, que en un principio fue asentándose en los conventillos del centro y de San Telmo, poco a poco fue desplazándose a barrios más periféricos, a medida que lo permitía la expansión de la  red de transportes (el ferrocarril y el tranvía). Los barrios del sur y del sudoeste de la ciudad, por estar en terrenos bajos cercanos al Riachuelo, eran más accesibles. Se fue pautando una nueva “zonificación” de Buenos Aires; el sur se fue transformando en una zona de asentamiento de inmigrantes y, a la vez, en una zona industrial, por que al compás del crecimiento de la producción agrícola y ganadera fue surgiendo también un sector protoindustrial de cierta importancia, dedicado principalmente a proveer el mercado interno. Se trató ante todo de una industria ligera, de escala no demasiado grande y focalizada en el sector alimenticio.

Barracas, debido al bajo costo de los terrenos, al ferrocarril y a la cercanía del Riachuelo, resultaba atractiva para la instalación de estas primeras fábricas. El Riachuelo había dejado de ser un obstáculo tras ser convertido en importante vía de transporte desde que a principios del siglo XIX se construyó el puerto de La Boca y en la década de 1870 se rectificó su desembocadura, permitiendo la llegada de barcos de mayor porte. Jules Huret, viajero francés que recorrió nuestro país en 1909, dejó esta semblanza de la industria porteña de la época: “Si quiere uno darse cuenta de la actividad material de la metrópoli, debe dirigirse a los barrios del sur, a La Boca, o a Barracas, a orillas del Riachuelo, donde se hayan los mercados de lanas y cueros, los mataderos, los depósitos. Allí se encuentran los centros comerciales, las industrias, las fábricas, los almacenes de hierro y madera, vinculándose a aquellos lugares gran parte del tránsito de la población. Se observa allí la actividad de los grandes centros europeos”.

Como ejemplo de esta Barracas fabril podemos citar la fábrica de bizcochos Canale (Martín García 320) y las de Bagley (Montes de Oca al 100), Noel (Patricios al 1000) o Águila-Saint (Herrera y Brandsen). Ya desde 1883 funcionaba en la zona una pionera fábrica de productos textiles: la Fábrica Argentina de Alpargatas. Esta década y las subsiguientes, hasta la época de la última dictadura, constituyeron el periodo de mayor desarrollo y protección de la industria en nuestro país. El crecimiento de la ciudad y del Gran Buenos Aires durante aquellas décadas fue imparable, dado que todo el cordón suburbano fue lugar de asentamiento de nuevas industrias, y de afluencia de trabajadores que llegaban de diversas zonas del país para trabajar en ellas. Este desarrollo fue poniendo fin, entre los años 40 y 60, al perfil industrial y proletario de Barracas que venimos describiendo: las antiguas fábricas fueron mudándose progresivamente a los parques industriales de las zonas sur y oeste. La nueva población obrera, por su parte, no encontraba ya lugares posibles de asentamiento en una ciudad saturada, y hacía surgir así los nuevos pueblos suburbanos.

Los últimos treinta años, con las políticas económicas neoliberales iniciadas por la dictadura militar, y profundizadas en los 90, significaron también un duro golpe para la industria en general, pues en forma progresiva se eliminó prácticamente toda actividad industrial que sobreviviera en Barracas. Estas fábricas antiguas permanecen como testigos mudos de este desarrollo, mientras que el perfil productivo del barrio se mantiene en la abundancia de galpones usados por empresas de transporte y expresos.

Las viejas fábricas fueron también testigos del boom inmobiliario de los últimos años en Barracas. Como una suerte de extensión del desarrollo turístico y comercial de San Telmo, y acoplándose a tendencias propias de las últimas décadas, las cuales dieron un valor especial a la preservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad (lo cual incluye, tal vez por primera vez, una visión estética de la arquitectura fabril, como puede verse por ejemplo en la preservación y restauración de Puerto Madero), el fenómeno de la restauración y refuncionalización de edificios fabriles fue una moda que modificó y a la vez revalorizó profundamente la herencia histórica de Barracas. Edificios como la antigua fábrica Pittaluga (pasaje Lanín), los Almacenes de Pescado Santa María (Villarino 2400), la Fabril Financiera (Vieytes e Iriarte) o la fábrica Bagley han sido convertidos en lofts, edificios de oficinas, ateliers de artistas o centros de diseño. 

Hospitales, matadores y soldados 

Un sitio de Barracas que condensa muchos aspectos importantes de su historia es la pequeña elevación donde actualmente se ubican los hospitales Borda y Moyano. Se trata de una zona que – desde antiguo y por su altura – fue considerada dotada de una atmósfera más saludable. Ya en la época colonial los jesuitas establecieron allí una sala de retiro espiritual para hombres y un hospital, razón por la cual la zona comenzó a llamarse La Convalecencia, nombre que perduraría durante el siglo XIX. Los hospitales neuropsiquiátricos surgieron en la década de 1850 y los actuales pabellones son producto de varias ampliaciones y remodelaciones.

También destacable es el Hogar de Ancianos Dr. Guillermo Rawson, que surgió como Hospital de inválidos (1868) para atender a los heridos de la Guerra del Paraguay.
Otro elemento de mucha importancia fue la presencia de los mataderos. En 1830 se inauguró en esa misma colina el “Matadero de la Convalecencia”, en la pendiente que da hacia Caseros (actual Parque España), descrito por Esteban Echeverría en su famoso relato El matadero (considerado el primer cuento argentino) y pintado por el artista Carlos E. Pellegrini. Estuvo situado allí hasta que, en 1870, se inauguraron los “Nuevos Corrales del Sur” en Parque Patricios. 

Los Clubes 

Como en todo barrio porteño, al ir estableciéndose familias obreras e inmigrantes, el desarrollo de la vida comunitaria fue creciendo en torno a instituciones como las iglesias o los clubes sociales y deportivos. En el caso de Barracas, estos últimos tuvieron gran importancia ya que el barrio fue una de las grandes cunas del fútbol argentino.

Entre 1886 y 1891, el maestro escocés Alexander Watson Hutton (fundador en 1893 de la Argentine Association Football League, antecedente de la AFA) enseñó el fútbol a los alumnos de la Buenos Aires English High School, situada en Montes de Oca 21.
Junto con otros británicos conformaron en los potreros de Langdon (terrenos aledaños a La Convalecencia, sobre la calle Vieytes) el club Alumni en 1893, cuya fundación formalizaron en 1898. Este club sería una de las glorias de la época amateur: entre 1898 y 1911 ganó diez campeonatos nacionales. Su estilo de juego e incluso su camiseta a rayas blancas y rojas serían imitados por muchos otros equipos (la camiseta, por ejemplo, por Estudiantes de La Plata y por Barracas Central).

El Sportivo Barracas es otro de los grandes clubes del barrio, fundado como club de remo en 1913 en la sede social que aún conserva (Iriarte 2056). Importantísimo durante la era amateur, supo tener el estadio mas importante del país en los primeros tiempos del futbol (Iriarte y Luzuriaga), con capacidad para 37.000 personas y donde se jugó el mítico partido entre las selecciones argentina y uruguaya en 1924, en el que Onzari, delantero de Huracán, convirtió por primera vez en la historia de nuestro fútbol un gol directo de corner. Desde entonces, la valla que rodea los estadios y el gol de corner fueron llamados “olímpicos”.

Otro que podemos mencionar es el Club Atlético Barracas Central, originariamente denominado Barracas Central del Sud, fundado en 1904 y que actualmente revista en la Primera C del fútbol profesional. 

El Ferrocarril  

El ferrocarril fue uno de los factores clave del desarrollo de Barracas. Sin ser su foco de surgimiento (recordemos las barracas sobre el río y las casonas a lo largo de Montes de Oca), es un gran protagonista de la vida del barrio y son varias las líneas que lo han atravesado. Las tres terminales que en él se encuentran (si incluimos Constitución) ocupan con sus inmensas playas de maniobras una porción importante de la superficie del barrio.

El pionero Ferrocarril de Buenos Aires a Ensenada, línea absorbida luego por su competidora, Ferrocarril del Sud, partía del centro y cruzaba Barracas con sus vías a ras del suelo. En una gran reforma realizada durante la primera década del siglo se elevaron las vías y hubo que construir una nueva estación Yrigoyen y nuevos puentes sobre el Riachuelo, a 10 metros de altura y con una sección central levadiza, como el vecino puente Bosch, que quedo en el recuerdo por el accidente del tranvía que se cayó al Riachuelo en 1930. La gigantesca playa de maniobras de la estación Sola fue un emprendimiento de Ferrocarriles del Sud, que la construyó como espacio para reparación y mantenimiento de trenes en la década de 1880. Al elevarse el nivel de la línea Sud, era imposible comunicarla con esta estación, razón por la cual se trazaron nuevas vías, que cruzaban el Riachuelo y se unían con el ramal principal 5 kilómetros adentro en la provincia.

La terminal de la estación Buenos Aires, perteneciente a la línea Belgrano Sur, fue uno de los emprendimientos más tardíos, a cargo de la compañía de capitales franco-belgas Compañía General de Ferrocarriles de Buenos Aires. Siempre tuvo menor jerarquía que sus rivales inglesas: era –y es- de trocha angosta, y en general se especializó en el transporte de carga cerealero. Se inauguró en 1911, y hasta el día de hoy conserva su arquitectura original en madera.

Fuente: Historias de Barrio / Programa Pasión por Buenos Aires

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