
Marino Santa María mira desde lo alto de una escalera los colores planos y las formas –un poco abstractas, un poco figurativas– que cubren como una enorme alfombra el piso del galpón de Barracas donde ha estado trabajando durante semanas en esta obra y contesta la pregunta un poco absurda que acabo de hacerle: “...Y, no sé, habré usado medio millón de venecitas”. Previo diseño en una computadora, esas 500.000 venecitas se han ido disponiendo una a una, con la asistencia de dos o tres personas, sobre planchas de papel engomado del tamaño de baldosas (30 x 30 cm) y luego esas planchas se fueron ubicando como piezas de un rompecabezas hasta que se completó eso que ahora parece una enorme alfombra y que –junto con obras de otros artistas convocados, como Carolina Antoniadis, Daniel Santoro, Rep, Omar Panosetti, Emilio Reato y Diego Perrotta– en unos días será un nuevo mural de mosaico veneciano, de 22 metros de largo por 10 de alto, en un patio de la maternidad del SUTERH (el sindicato de encargados de edificios) en el barrio de Congreso. No es nuevo para el artista este tipo de trabajo. En los últimos diez años, Santa María ha desplegado su arte en decenas de espacios públicos de Buenos Aires, con una serie de murales e intervenciones urbanas cuyo emblema es sin duda la que realizó en la calle Lanín, en Barracas. Una de sus últimas obras de arte público son los murales en el Hospital Italiano.