martes, 22 de noviembre de 2011

Manolito tiene una dietética

Empezó a vender productos naturales en el negocio de su padre, que le decía que era como el personaje de Mafalda.

Cuando todo era nada; era nada el principio –gracias a Vox Dei–; o sea, antes de que la Ciudad se llenara de dietéticas, Marcela Perera era una mujer que sólo compraba legumbres, semillas y frutas secas para vender en “Todo fruta”, el local de su padre. Una curiosa frutería que guarda con decirle “frutería”, porque don Guillermo te iba a decir no señor, de ninguna manera, ninguna frutería, acá vendemos nada más que frutas exóticas.


Años ‘80, ponele, y en ese negocio podías encontrar mango, maracuyá, arándanos y otras frutas que más tarde serían “tropicales” y “del bosque”. Pero ¿qué paso? A don Guillermo, el frutero insólito, le apareció la competencia desleal de los supermercados que en esos años brotaron como hongos. De a poco, “de manera paulatina”, dice ella, “fuimos cambiando la onda del local. Pese al mango no había un mango, je. Te lo digo en el sentido literal y frutal del término. Y empecé a explorar algo nuevo. No me preguntes bien cómo, porque no lo sé. Sí sé que era nuevo. No es lo mismo decir dietética ahora que hay dos dietéticas por cuadra... ¿Estuviste por Almagro? No, no se puede creer... Hace 30 años no se le decía dietética. Es más, yo era una mujer que vendía productos naturales”.

No le costaba a Marcela. Cuando sus compañeros de secundaria perdían el tiempo haciendo test vocacionales, ella vislumbraba la diferencia entre el perito y el Edipo mercantil. “Mi papá era un genio. Lo adoraba. Todos lo adoraban. Mi marido, que es todo en mi vida, también se llama Guillermo... Empecé a trabajar con papá cuando volvía del colegio. El me decía que yo era Manolito. Manolito mal”. ¿Hace falta aclarar que se refiere al personaje de Mafalda?

Sigamos: “A mí me gustaba cobrarle a la gente. Yo te reciclo todo, nada se tira. Me gusta sacarle brillo a los productos que traigo. ¿Sabés cómo hacer para que se luzcan las pasas de uva y que te entren por los ojos? (...) Poné que es una historia que tiene 40 años exactos. Además, mi papá abría las 24 horas (...) Bueno, pasé de las frutas de estación a los frutos secos. Cuando murió mi viejo, muy joven, a los 55, supe que me iba a dedicar al comercio. Comerciante como él, y a mucha honra”.

Escuchando a los poquísimos proveedores que se acercaban con propuestas de productos adelgazantes y afrodisíacos. Escuchando a los vecinos paquetes de aquel primer y querido local de Barrio Norte. “Así me fui haciendo. Mis clientes de Barrio Norte viajaban mucho y me exigían. Había que estar con las antenas paradas para complacer esa demanda”.

Entre el trigo burgol y el arroz yamaní, Marcela entendió que la sola mención de la palabra “naturaleza” mejoraba la calidad de vida. “En esa época no existía la idea de dietética. Dietética: yo preferiría que me reconozcan como asesora en productos naturales. Muchos creen que es fácil tener un negocio de estos, que esto es algo mágico. No y no. Hay que leer, hay que informarse constantemente. ¿Para qué sirve el cardamomo? Hay que estar muy al tanto de todo. Tenés que ser como uno de esos viejos boticarios... ¿Para qué sirve el Kummell, señora? Vos no podés decir no sé. Empecé levantándome a las cuatro de la mañana. Parece una epopeya; si lo contás, nadie te va a creer, pero en es época no había corredores de legumbres. Había que ir a Ballester, al único mayorista del rubro”.

Iba a Ballester y preguntaba lo mismo que hoy es la inquietud orgánica –¡qué apropiado!– de sus clientes: para qué sirve esto y aquello. Felipe (a Pigna), ¿te diste cuenta que con la moda de la vida sana, el Pueblo volvió a querer saber de qué se trata? Es cruzar la puerta de una de las primeras dietéticas de la Ciudad y ver a Marcela que te recibe dispuesta a responder más inquietudes que la Rampolla. “Ufff, sí, mucha gente viene a curiosear. Y tengo un montón de clientes (...) Fui una innovadora, sí, fui una de las primeras en inaugurar esta clase de negocio. El local de La Boca fue lo más. No había nada igual en cincuenta cuadras a la redonda. Después nos mudamos a éste (en Barracas) y conservamos a la gente de siempre”.

Para que las dietéticas sean un paseo comercial que compita con Farmacity, un paseo de colores casi impresionistas, hay otro secreto que Marcela –¡con eme de Manolito!– no va a revelarle a un periodista cualquiera. “Es una regla de oro. Tiene que ver con un procedimiento que excede lo comercial. Las dietéticas venden mucha fantasía y yo creo en esto. Sutil diferencia. Yo sé discriminar entre lo que sirve y lo que es verso. El comercio y el amor pueden ir de la mano –créanlo: tiene lágrimas en los ojos–, por eso estoy convencida de mi trabajo. No soy una comerciante cualquiera. Es difícil de entender, ¿no es cierto?”.

Sí.

“¡Menos mal!”.

Fuente: Clarin

2 comentarios:

  1. Hola, soy de Barracas y me gustaría saber dónde está el local. Muchas gracias! Ángela

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  2. Como estas? No podemos precisarte la direccion con exactitud. Si podemos decirte que el local se encuentra en la avenida Martin Garcia entre Ruy Diaz de Guzman y Azara, vereda par, junto a una veterinaria y muy cerca de un puesto de flores. Saludos!

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