Una gran reja de color gris, con una garita de seguridad al costado, forma parte del paisaje de la calle Dr. Ramón Carrillo 375, en el sur de la ciudad de Buenos Aires. Al entrar, una voz remarca con un buen día que, a pesar de que el reloj marque las 14, la educación y la cordialidad nunca se pierden. Aunque quizá sí la noción del tiempo. El silencio invade este lugar que recibe a la primera tarde fría de otoño y acompaña al enorme espacio verde que se debe atravesar para sortear la entrada del Hospital Psicoasistencial Interdisciplinario José Tiburcio Borda. Es ese mismo silencio el que también recorre algunas de las calles del nosocomio e invade a los pacientes que caminan solitarios esquivando los pequeños rayos de sol que intentan apaciguar las nubes tristes de frío. Al menos un rato. Al menos un par de cuadras. Pero el silencio que parecía inamovible se va fundiendo a medida que avanza la caminata. "¿Radio La Colifata?", repregunta uno de los internos, se da vuelta y abre camino a modo de guía, no sin antes dejar de pedir un cigarrillo o, en su defecto, dinero para comprar un atado. La radio La Colifata no se presenta como lo que el colectivo de gente imagina encontrar cuando se habla de una radio. No hay micrófonos fijos ni un estudio cerrado y mucho menos un solo locutor. Un gran cuadrado de cemento con varias sillas blancas alrededor conforman una suerte de escenario al aire libre. Dos computadoras, una consola, varios micrófonos y un colorido mural, que sostiene una pizarra blanca, completan el estudio radial.
Allí, Victoria Noguera, psicóloga y parte del equipo de la asociación civil La Colifata hace cuatro años, escribe la grilla con los programas que van a salir en vivo por FM 100.3 el sábado, de 15 a 19. No hay un guión a seguir en La Colifata. Aunque nada está librado al azar.
O quizás un poco.
Minutos antes de empezar la transmisión, Victoria contará que todo responde a la dinámica propia que encierra La Colifata. "Se basa en la lógica del acontecimiento, que es lo que surge en el momento: es un dispositivo que está pensado para alojar las voces de quien quiera tomar la palabra y que eso pueda generar comunicación. La gente que participa asiduamente tiene sus programas, que son columnas de temas varios como política, poesía, entre otros, y eso se va diagramando en la grilla a lo largo de la tarde", explica Noguera. "¿Querés ver pulseritas", interrumpe Silvina -colifata que tiene una columna de poesía en la radio-, mientras Victoria comenta que cerca de veinte personas concurren todos los sábados a la radio. "Tenemos un porcentaje de usuarios que son históricos, son personas que están internadas en el hospital o han transitado una internación tanto en el Borda como en otras instituciones", dice la psicóloga.
Julio Rivero pertenece al primer grupo de pacientes que suele acudir a La Colifata. Integró el Borda casi un año, en 2000. Hoy, a sus 46, no tiene prisa, habla pausado y en cada palabra remarca el orgullo que siente de ser un colifato. "Tengo un programa donde entrevisto a las visitas. Era de una compañera que falleció -se llamaba Estelita- y me lo dejó para que no se perdiera", explica Julio, y enseguida se encarga de contar que junto a María Makinistian y Mario Maneiro -locutor oficial de La Colifata- son los encargados de leer la grilla todos los sábados al iniciar la transmisión radial. "¿Qué significa para mí La Colifata? El volver a vivir, que la autoestima te vuelva a nacer y saber que sos útil. La radio me permitió pasar de ser oyente de radio a protagonista. Recorrí todo el interior y también estuve en Brasil y Colombia, representando a la radio. Tengo amigos en todas partes y eso es lo lindo, porque no estás solo", dice Juilio y agrega: "La Colifata permite romper con ese estigma del loco peligroso, que también los hay, es verdad, pero nosotros no lo somos. Si no, no estaría acá, no te estaría dando una nota". Minutos después, Julio contará que estudió periodismo, locución y que ese conocimiento de los medios de comunicación le da la licencia de no producir tanto su programa. "Sé muchas cosas que me sirven para la radio y gracias a La Colifata soy lo que soy hoy. Las circunstancias para una persona con discapacidad psiquiátrica son muy difíciles: el afuera, encontrar trabajo, una vivienda -Julio sueña con comprarse su casa ya que alquila-", relata mientras la música suena más fuerte. Es hora de empezar el programa.
Pasadas las 15, más de veinte personas están preparadas para iniciar una nueva transmisión de La Colifata. Mario es el encargado de abrir la radio. Julio y María leen la grilla, y comienza la ronda de presentación individual donde, micrófono en mano, cada uno dirá su nombre y el motivo que lo trae a la radio. Silvia sigue ofreciendo pulseritas, mientras que Tito, paciente del Borda, deambula -con pequeños pasos y cigarrillo en mano- por todo el semicírculo. Algunos internos se acercan curiosos.
Es que cualquiera que desee se puede acerca a La Colifata. "Si el paciente decide venir frecuentemente a la radio e interferir en el espacio, los coordinadores indagan sobre esa persona: si está internada o no, si está realizando algún tratamiento, se ve el diagnóstico, su situación judicial, laboral y habitacional, si tiene algún tipo de contención familiar, un equipo que lo trate, se hacen interconsultas y se busca una estrategia para mejorar su condición, siempre que el paciente esté de acuerdo", asegura vía skype Alfredo Olivera, fundador de la asociación civil, hoy radicado en Francia. Mientras tanto, los micrófonos circulan en La Colifata y uno de los presentes asegura en voz alta, pero sin salir al aire, que "más que un programa, esto es una ronda de autoayuda".
"Vengo a hacer catarsis", cuenta Hugo López mientras se sienta en una de las sillas blancas, deja su bolsita de lado e intenta que uno se sienta como en casa.
Sigue la presentación individual. La grilla indica que Hugo hablará en tercer lugar, con su programa El hombre de la vaca, que está en el aire hace más de dos años.
"Hablo sobre salud mental, el tratamiento integral de las enfermedades, porque no se puede curar el efecto sin saber la causa, sin tener presente el contexto", explica el integrante de la radio.
Hugo tiene 81 años, pero no los aparenta. Explica que pasó en algún momento de su vida por el Borda, que sigue en tratamiento y que le gusta mucho debatir sobre política, así como explicar quiénes son todos los que están presentes. Contará que Federico es el filósofo del grupo, que Mario es el locutor de la radio -hace más de 12 años que está- y pedirá retratar este momento con una simple fotografía. Y una sonrisa se imprime en su rostro.
* * *
Hay festejos de cumpleaños en La Colifata -con su respectiva torta y canto de feliz cumpleaños en inglés y español-. Del otro lado, los oyentes empiezan a dejar los primeros mensajes vía redes sociales y Mario está siempre atento a que no se produzca ningún bache. Tito dibuja su autorretrato en el cuaderno de una de las visitas, mientras Silvina toma las riendas del micrófono, lee su poesía e inmediatamente después se genera un gran debate entre los presentes. Es aquí donde se reafirma el espíritu de origen de La Colifata, esa radio que nació hace casi 24 años y se transformó en la primera emisora en la historia en emitir desde un hospital psiquiátrico.
"Un dispositivo radiofónico grupal, que no es el habitual, es una especie de escenario de encuentro, de palabras dispersas y diversas con un rol de quienes coordinamos que tiene que ver con darle espacio a que esas palabras diversas y dispersas entren en un juego, se toquen, se conecten con otras y que en el encuentro se produzca algo de la forma y del sentido en aquello que se dice", recuerda Olivera.
* * *
María le da forma a sus palabras de manera escrita antes de salir al aire, en su cuaderno universitario de hojas rayadas. Funciona un poco como ayuda memoria, dice y se ríe al momento en que halagan su bella letra. "Es así por el Parkison", recalca. El 11 de abril pasado la integrante de La Colifata cumplió 74 años. Lo dice sin ningún pudor, con el mismo con el que deja en claro que no tiene ningún problema en que se escriba sobre su historia. Y menos aún en salir en las fotos. María contará que las circunstancias de la vida, más precisamente la muerte de su mamá que no podía superar, la hicieron topar, casi por casualidad, con La Colifata hace más de siete años.
Su programa se llama María Makinistian pensamientos, donde habla sobre temas de la vida basados en la psicología urbana. "Me gusta plantear temas sociales, dar alguna solución y siempre, después de hablar en la radio, propongo debatir con mis compañeros presentes", cuenta con una dulce voz de abuela. Además de ser instrumentadora quirúrgica y maestra jardinera -en su juventud, aclara-, María dice tener seis libros escritos -el número siete en camino, agrega- y publicados por una editorial ad honórem. Hoy, María vive sola y suele ir a visitar a su hijo y a sus nietos que residen en Tucumán. Cuenta que la radio le dio compañeros de ruta -con Silvina suele juntarse a tomar mate en la semana- y que ya no se siente más sola. "Ahora estoy acompañada. Ellos -habla del equipo que coordina la radio- me dan una mano y yo trato de devolverles dos", asegura la integrante de la asociación.
Desde Francia, Alfredo cuenta en qué consiste ese crecimiento de La Colifata. Explica que muchas veces las personas ya externadas, que logran insertarse en la comunidad, sostener lazos y relaciones con otros, se encuentran con el obstáculo de no saber cómo seguir. "En la Argentina no existen muchos espacios que acompañen y que ayuden a sostener las condiciones de alta psiquiátrica", sostiene.
Entonces, tras casi 24 años de vida, en 2015 la idea es sumar un tercer espacio para desarrollar el proyecto: ya existen La Colifata en el Borda, la radio nómada o móvil -que desde 2014 permite hacer transmisiones desde cualquier lugar del mundo-, y quieren inaugurar uno más: un estudio externo, por fuera del psiquiátrico. "La idea es que sea en la comunidad, donde la persona externada pueda diseñar y diagramar sus proyectos de radio, interactuando con otras, es decir, armar equipo con gente que no tenga experiencias psiquiátricas. Así, además del programa de los sábados, se va a desarrollar una radio que va a tener ya no tanto el eje en lo terapéutico, sino en la inclusión", revela Olivera.
Este avance será un granito de arena más para profundizar lo que produce La Colifata en la gente. "¿Qué cambios veo en las personas que forman parte de la radio a lo largo de estos cuatro años? Lo principal que se observa es cómo este lugar puede potenciar a que la persona salga de ese aislamiento y se empiece a conectar desde la palabra", asevera Noguera. Y añade: "Tiene muchas consecuencias positivas psíquicas primero y después sociales. De pasar a ser una persona que no tenía a nadie, de repente ahora hay usuarios que, porque empezaron en La Colifata, tienen su vida afuera, participan de otras radios, circulan socialmente como cualquier otra persona y eso produce salud. Siempre".
Mario, micrófono en mano, continúa presentando los programas que figuran en la grilla. Algunos se pierden en el camino, porque sus locutores simplemente no están presentes a la hora de salir al aire. El frío, hora tras hora, se apodera de la tarde y los mates, junto a bizcochitos de grasa, empiezan a circular por el semicírculo de La Colifata. Al igual que lo hicieron los micrófonos, siempre disponibles para aquel que pida la palabra.
La quietud empieza a apoderarse del hospital. La noche va cayendo en La Colifata y ya casi cuesta ver las caras de los aún presentes en la ronda radial. Pasadas las 19, una voz continúa su relato y lentamente la transmisión de los colifatos llega a su fin. Minutos después, el silencio vuelve a encerrar las calles del hospital Borda y da paso al anochecer otoñal. Será hasta el próximo sábado, por FM 100.3..
O quizás un poco.
Minutos antes de empezar la transmisión, Victoria contará que todo responde a la dinámica propia que encierra La Colifata. "Se basa en la lógica del acontecimiento, que es lo que surge en el momento: es un dispositivo que está pensado para alojar las voces de quien quiera tomar la palabra y que eso pueda generar comunicación. La gente que participa asiduamente tiene sus programas, que son columnas de temas varios como política, poesía, entre otros, y eso se va diagramando en la grilla a lo largo de la tarde", explica Noguera. "¿Querés ver pulseritas", interrumpe Silvina -colifata que tiene una columna de poesía en la radio-, mientras Victoria comenta que cerca de veinte personas concurren todos los sábados a la radio. "Tenemos un porcentaje de usuarios que son históricos, son personas que están internadas en el hospital o han transitado una internación tanto en el Borda como en otras instituciones", dice la psicóloga.
Julio Rivero pertenece al primer grupo de pacientes que suele acudir a La Colifata. Integró el Borda casi un año, en 2000. Hoy, a sus 46, no tiene prisa, habla pausado y en cada palabra remarca el orgullo que siente de ser un colifato. "Tengo un programa donde entrevisto a las visitas. Era de una compañera que falleció -se llamaba Estelita- y me lo dejó para que no se perdiera", explica Julio, y enseguida se encarga de contar que junto a María Makinistian y Mario Maneiro -locutor oficial de La Colifata- son los encargados de leer la grilla todos los sábados al iniciar la transmisión radial. "¿Qué significa para mí La Colifata? El volver a vivir, que la autoestima te vuelva a nacer y saber que sos útil. La radio me permitió pasar de ser oyente de radio a protagonista. Recorrí todo el interior y también estuve en Brasil y Colombia, representando a la radio. Tengo amigos en todas partes y eso es lo lindo, porque no estás solo", dice Juilio y agrega: "La Colifata permite romper con ese estigma del loco peligroso, que también los hay, es verdad, pero nosotros no lo somos. Si no, no estaría acá, no te estaría dando una nota". Minutos después, Julio contará que estudió periodismo, locución y que ese conocimiento de los medios de comunicación le da la licencia de no producir tanto su programa. "Sé muchas cosas que me sirven para la radio y gracias a La Colifata soy lo que soy hoy. Las circunstancias para una persona con discapacidad psiquiátrica son muy difíciles: el afuera, encontrar trabajo, una vivienda -Julio sueña con comprarse su casa ya que alquila-", relata mientras la música suena más fuerte. Es hora de empezar el programa.
Pasadas las 15, más de veinte personas están preparadas para iniciar una nueva transmisión de La Colifata. Mario es el encargado de abrir la radio. Julio y María leen la grilla, y comienza la ronda de presentación individual donde, micrófono en mano, cada uno dirá su nombre y el motivo que lo trae a la radio. Silvia sigue ofreciendo pulseritas, mientras que Tito, paciente del Borda, deambula -con pequeños pasos y cigarrillo en mano- por todo el semicírculo. Algunos internos se acercan curiosos.
Es que cualquiera que desee se puede acerca a La Colifata. "Si el paciente decide venir frecuentemente a la radio e interferir en el espacio, los coordinadores indagan sobre esa persona: si está internada o no, si está realizando algún tratamiento, se ve el diagnóstico, su situación judicial, laboral y habitacional, si tiene algún tipo de contención familiar, un equipo que lo trate, se hacen interconsultas y se busca una estrategia para mejorar su condición, siempre que el paciente esté de acuerdo", asegura vía skype Alfredo Olivera, fundador de la asociación civil, hoy radicado en Francia. Mientras tanto, los micrófonos circulan en La Colifata y uno de los presentes asegura en voz alta, pero sin salir al aire, que "más que un programa, esto es una ronda de autoayuda".
"Vengo a hacer catarsis", cuenta Hugo López mientras se sienta en una de las sillas blancas, deja su bolsita de lado e intenta que uno se sienta como en casa.
Sigue la presentación individual. La grilla indica que Hugo hablará en tercer lugar, con su programa El hombre de la vaca, que está en el aire hace más de dos años.
"Hablo sobre salud mental, el tratamiento integral de las enfermedades, porque no se puede curar el efecto sin saber la causa, sin tener presente el contexto", explica el integrante de la radio.
Hugo tiene 81 años, pero no los aparenta. Explica que pasó en algún momento de su vida por el Borda, que sigue en tratamiento y que le gusta mucho debatir sobre política, así como explicar quiénes son todos los que están presentes. Contará que Federico es el filósofo del grupo, que Mario es el locutor de la radio -hace más de 12 años que está- y pedirá retratar este momento con una simple fotografía. Y una sonrisa se imprime en su rostro.
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Hay festejos de cumpleaños en La Colifata -con su respectiva torta y canto de feliz cumpleaños en inglés y español-. Del otro lado, los oyentes empiezan a dejar los primeros mensajes vía redes sociales y Mario está siempre atento a que no se produzca ningún bache. Tito dibuja su autorretrato en el cuaderno de una de las visitas, mientras Silvina toma las riendas del micrófono, lee su poesía e inmediatamente después se genera un gran debate entre los presentes. Es aquí donde se reafirma el espíritu de origen de La Colifata, esa radio que nació hace casi 24 años y se transformó en la primera emisora en la historia en emitir desde un hospital psiquiátrico.
"Un dispositivo radiofónico grupal, que no es el habitual, es una especie de escenario de encuentro, de palabras dispersas y diversas con un rol de quienes coordinamos que tiene que ver con darle espacio a que esas palabras diversas y dispersas entren en un juego, se toquen, se conecten con otras y que en el encuentro se produzca algo de la forma y del sentido en aquello que se dice", recuerda Olivera.
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María le da forma a sus palabras de manera escrita antes de salir al aire, en su cuaderno universitario de hojas rayadas. Funciona un poco como ayuda memoria, dice y se ríe al momento en que halagan su bella letra. "Es así por el Parkison", recalca. El 11 de abril pasado la integrante de La Colifata cumplió 74 años. Lo dice sin ningún pudor, con el mismo con el que deja en claro que no tiene ningún problema en que se escriba sobre su historia. Y menos aún en salir en las fotos. María contará que las circunstancias de la vida, más precisamente la muerte de su mamá que no podía superar, la hicieron topar, casi por casualidad, con La Colifata hace más de siete años.
Su programa se llama María Makinistian pensamientos, donde habla sobre temas de la vida basados en la psicología urbana. "Me gusta plantear temas sociales, dar alguna solución y siempre, después de hablar en la radio, propongo debatir con mis compañeros presentes", cuenta con una dulce voz de abuela. Además de ser instrumentadora quirúrgica y maestra jardinera -en su juventud, aclara-, María dice tener seis libros escritos -el número siete en camino, agrega- y publicados por una editorial ad honórem. Hoy, María vive sola y suele ir a visitar a su hijo y a sus nietos que residen en Tucumán. Cuenta que la radio le dio compañeros de ruta -con Silvina suele juntarse a tomar mate en la semana- y que ya no se siente más sola. "Ahora estoy acompañada. Ellos -habla del equipo que coordina la radio- me dan una mano y yo trato de devolverles dos", asegura la integrante de la asociación.
Desde Francia, Alfredo cuenta en qué consiste ese crecimiento de La Colifata. Explica que muchas veces las personas ya externadas, que logran insertarse en la comunidad, sostener lazos y relaciones con otros, se encuentran con el obstáculo de no saber cómo seguir. "En la Argentina no existen muchos espacios que acompañen y que ayuden a sostener las condiciones de alta psiquiátrica", sostiene.
Entonces, tras casi 24 años de vida, en 2015 la idea es sumar un tercer espacio para desarrollar el proyecto: ya existen La Colifata en el Borda, la radio nómada o móvil -que desde 2014 permite hacer transmisiones desde cualquier lugar del mundo-, y quieren inaugurar uno más: un estudio externo, por fuera del psiquiátrico. "La idea es que sea en la comunidad, donde la persona externada pueda diseñar y diagramar sus proyectos de radio, interactuando con otras, es decir, armar equipo con gente que no tenga experiencias psiquiátricas. Así, además del programa de los sábados, se va a desarrollar una radio que va a tener ya no tanto el eje en lo terapéutico, sino en la inclusión", revela Olivera.
Este avance será un granito de arena más para profundizar lo que produce La Colifata en la gente. "¿Qué cambios veo en las personas que forman parte de la radio a lo largo de estos cuatro años? Lo principal que se observa es cómo este lugar puede potenciar a que la persona salga de ese aislamiento y se empiece a conectar desde la palabra", asevera Noguera. Y añade: "Tiene muchas consecuencias positivas psíquicas primero y después sociales. De pasar a ser una persona que no tenía a nadie, de repente ahora hay usuarios que, porque empezaron en La Colifata, tienen su vida afuera, participan de otras radios, circulan socialmente como cualquier otra persona y eso produce salud. Siempre".
Mario, micrófono en mano, continúa presentando los programas que figuran en la grilla. Algunos se pierden en el camino, porque sus locutores simplemente no están presentes a la hora de salir al aire. El frío, hora tras hora, se apodera de la tarde y los mates, junto a bizcochitos de grasa, empiezan a circular por el semicírculo de La Colifata. Al igual que lo hicieron los micrófonos, siempre disponibles para aquel que pida la palabra.
La quietud empieza a apoderarse del hospital. La noche va cayendo en La Colifata y ya casi cuesta ver las caras de los aún presentes en la ronda radial. Pasadas las 19, una voz continúa su relato y lentamente la transmisión de los colifatos llega a su fin. Minutos después, el silencio vuelve a encerrar las calles del hospital Borda y da paso al anochecer otoñal. Será hasta el próximo sábado, por FM 100.3..
Fuente: La Nación
Link: http://www.lanacion.com.ar/1789002-la-colifata-la-radio-del-borda-que-rompe-estigmas
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