Tan rubia, Linda Leonard, de 37 años, es sueca. Y trabaja de peluquera. Más rubia todavía, Viktoria Hatzenbuhler, de 25, también es tan sueca como ABBA. Y es clienta de la peluquería de Linda. Las chicas conversan animadamente en la lengua de Björn Borg. ¿Dónde estamos? ¿En Estocolmo? ¿En Gotemburgo? ¿En Jönköping? No, nada de eso: estamos en Suárez 2095, en un local de amplios ventanales ubicado detrás de La Flor de Barracas, uno de los bares notables más cálidos de la ciudad de Buenos Aires, un espacio detenido en el tiempo en el que en cualquier momento podría llegar todo un Roberto Arlt a almorzar ravioles a la bolognesa con un tinto de la casa servido en un pingüino de loza blanca. Allí, al fondo del pasillo, Linda ha montado su salón de belleza. Un espacio cool, decididamente cosmopolita: la mayoría de los que piden turno para retocarse la melena son extranjeros.
martes, 8 de noviembre de 2016
Las tijeras de Escandinavia
En un secreto rincón de Barracas está instalada la coiffeur sueca favorita de los turistas europeos.
Tan rubia, Linda Leonard, de 37 años, es sueca. Y trabaja de peluquera. Más rubia todavía, Viktoria Hatzenbuhler, de 25, también es tan sueca como ABBA. Y es clienta de la peluquería de Linda. Las chicas conversan animadamente en la lengua de Björn Borg. ¿Dónde estamos? ¿En Estocolmo? ¿En Gotemburgo? ¿En Jönköping? No, nada de eso: estamos en Suárez 2095, en un local de amplios ventanales ubicado detrás de La Flor de Barracas, uno de los bares notables más cálidos de la ciudad de Buenos Aires, un espacio detenido en el tiempo en el que en cualquier momento podría llegar todo un Roberto Arlt a almorzar ravioles a la bolognesa con un tinto de la casa servido en un pingüino de loza blanca. Allí, al fondo del pasillo, Linda ha montado su salón de belleza. Un espacio cool, decididamente cosmopolita: la mayoría de los que piden turno para retocarse la melena son extranjeros.
Tan rubia, Linda Leonard, de 37 años, es sueca. Y trabaja de peluquera. Más rubia todavía, Viktoria Hatzenbuhler, de 25, también es tan sueca como ABBA. Y es clienta de la peluquería de Linda. Las chicas conversan animadamente en la lengua de Björn Borg. ¿Dónde estamos? ¿En Estocolmo? ¿En Gotemburgo? ¿En Jönköping? No, nada de eso: estamos en Suárez 2095, en un local de amplios ventanales ubicado detrás de La Flor de Barracas, uno de los bares notables más cálidos de la ciudad de Buenos Aires, un espacio detenido en el tiempo en el que en cualquier momento podría llegar todo un Roberto Arlt a almorzar ravioles a la bolognesa con un tinto de la casa servido en un pingüino de loza blanca. Allí, al fondo del pasillo, Linda ha montado su salón de belleza. Un espacio cool, decididamente cosmopolita: la mayoría de los que piden turno para retocarse la melena son extranjeros.
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