"Estamos tomando agua con mierda", se lamenta con vehemencia María Alfaro, delegada vecinal de la manzana 25 de la villa 21-24, una zona lindera al Riachuelo en Barracas. Lo dice mientras muestra los caños rotos de las cloacas en el piso de la zona denominada Meandro de Brian -una de las más afectadas-, de donde se relocalizaron a 59 familias.
"Tomamos, nos bañamos y cocinamos con agua servida. Hace 9 meses que hicieron la primera relocalización y nos prometieron que iban a dejar todo esto en buenas condiciones, y no sanearon nada. Cuando tiraron abajo las casas de los que se fueron, dejaron los caños de agua y de cloacas sin conectar, y ésta es el agua que sale de la tierra y nos contamina todo", dice Alfaro.
Este es uno de los tantos padecimientos con los que tienen que convivir las 3 millones de personas asentadas en las orillas del Riachuelo, uno de los 10 lugares más contaminados del mundo, según el reciente estudio publicado por la organización Blacksmith Institute, y difundido junto con la Cruz Verde Suiza. Sobre la cuenca Matanza-Riachuelo, el informe señala que unas "15.000 industrias lanzan efluentes en el río y que los fabricantes de químicos son responsables de más de un tercio de la contaminación. En 2008, el suelo en las orillas del río contenía niveles de cinc, plomo, cobre, níquel y cromo por encima de los niveles recomendados".
Basurales, pantanos, cloacas desbordadas, humo tóxico, viviendas precarias, falta de servicios básicos, riesgos a la salud y agua contaminada son parte del único paisaje que pueden ver, oler y sufrir.
Duele en el alma, en la conciencia social, en la propia humanidad, recorrer las calles inundadas de villa Inflamable en Avellaneda, o las de la villa 21-24, dos de las zonas más afectadas por los embates del Riachuelo. El agua no filtra, las cloacas se rebalsan inundando las casas, la basura hace las veces de patio de las casas y hasta se cuela por sus ventanas; el olor nauseabundo llegó para quedarse y las casas -de madera y chapas- tienen casi tantas hendijas como la esperanza de que algún día se van a poder mudar a un lugar mejor.
Entretanto, las familias pasan sus días atrapadas en este infierno. Los niños se enferman, se les cae el pelo, les sangra la nariz, les duelen los huesos. Y mientras tanto, los reclamos no tienen eco, los plazos se estiran y como los esfuerzos están puestos en reubicarlos, invertir en estos barrios para mejorar su situación actual, no pareciera ser una prioridad.
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La cuenca Matanza-Riachuelo tiene una longitud aproximada de 60 km y está conformada por la ciudad de Buenos Aires (CABA) y 14 municipios, entre los cuales se encuentran La Matanza, Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Esteban Echeverría, Ezeiza, Gral. Las Heras, Marcos Paz, Merlo, Morón, San Vicente, Pte. Perón, Almirante Brown y Cañuelas.
Para hacerle frente al enorme grado de contaminación presente en la cuenca, en 2006 se crea la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar), un comité autónomo, autárquico e interjurisdiccional que conjuga el trabajo con los tres gobiernos que tienen competencia en el territorio: Nación, provincia de Buenos Aires y de la ciudad. En 2008, la Corte Suprema de Justicia exigió en un fallo histórico la puesta en marcha de acciones que mejoren la calidad de vida de los habitantes de la cuenca, recompongan el ambiente en agua, aire y suelos, y prevengan "daños con suficiente y razonable grado de predicción". A su vez se conformó un cuerpo colegiado para el control del Plan de Saneamiento, liderado por el defensor del pueblo de la Nación e integrado por un grupo de ONG (al estar vacante el puesto de defensor del pueblo de la Nación, el organismo se encuentra acéfalo).
En este proceso, las jurisdicciones plantearon un plan de relocalización para todas las familias que están en riesgo a zonas en buen estado ambiental, habitacional y de servicios públicos. Si bien se han reubicado a algunas familias, todavía quedan relocalizar a 1334 en la villa 21-24 de Barracas, a 206 en la villa 26 y a 1600 en villa Inflamable, en Dock Sud, Avellaneda.
La gran concentración de industrias ha provocado, entre otros factores, la contaminación del río con metales pesados como mercurio, cinc, plomo y cromo, entre otros, y las aguas servidas provenientes de las napas saturadas de toda la cuenca. Dicha contaminación conduce a enfermedades que afectan a la población asentada a lo largo del río, como patologías broncopulmonares, asma, enfermedades de la piel, problemas intestinales, altos niveles de plomo en sangre y hasta casos de cáncer o leucemia.
"Nosotros planteamos la necesidad de una vigilancia epistemológica y de hacer un mapa de riesgo, que incluya situaciones de vulnerabilidad y factores de riesgo ambiental de toda la cuenca para poder determinar cuáles son las zonas más amenazadas. Estos estudios, además de determinar patologías individuales, sirven para detectar patrones generales de riesgo, para identificar las fuentes del problema y proponer posibles soluciones", explica Javier García Espil, coordinador del equipo Matanza-Riachuelo del Área de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Defensoría del Pueblo de la Nación.
En términos de salud, según el último informe de la Acumar de 2013, existieron 88.470 casos de diarreas durante ese lapso y 65.044 de bronquiolitis en menos de 2 años. En cuanto a los niveles de contaminación, de los 25 pozos relevados, 6 tenían límites de nitratos superiores al límite permitido; existen 61 microbasurales, 17 basurales y 5 macrobasurales, y el 50% de las empresas opera fuera de los parámetros de vuelco definidos por la normativa ambiental vigente.
Otra mala noticia es que pese al plan de limpieza, el agua del Riachuelo sigue sin oxígeno. A casi seis años del fallo de la Corte Suprema de Justicia sólo siguen vigentes el saneamiento de las márgenes en la Capital y en algunos tramos de la costa bonaerense del río. Y con significativo retraso se realizan las relocalizaciones de población, el diagnóstico de las personas contaminadas y las discontinuas mediciones de contaminación del río.
"Nuestro planteo es que a diferencia de lo que pasaba en años anteriores, se están haciendo cosas en el Riachuelo. En la zona de La Boca se ve mucha menos basura en el cuerpo del agua y se está abriendo el camino costero que se llama de Sirga. Esto sirve para mejorar los controles porque muchas empresas tenían paredones que iban hasta el río y no se podía ver qué vertían. En las márgenes se está trabajando mucho en la limpieza de basura. Se sacaron muchos barcos hundidos que eran la imagen del olvido y la dejadez del gobierno en relación al Riachuelo", explica Lorena Pujo, coordinadora de la Campaña de Tóxicos de Greenpeace.
Sin embargo, Pujo sostiene que a pesar de estos avances, los cursos de agua del Matanza-Riachuelo mantienen niveles de contaminación medios y altos en toda su extensión. ¿Cómo puede ser esto? "El problema está en el fondo de la cuestión, y es que se plantean estándares muy bajos en términos ambientales para los desechos de las empresas. Se empezó con un plan de reconversión de industrias, que le pone límites que son bajos y con los cuales no van a dejar de contaminar ni llegar al límite de la capacidad de depuración del río. Hay 500 industrias reconvertidas y no mejoró para nada la situación del agua", concluye Pujo.
Los riesgos ambientales para los vecinos de la zona son variados y numerosos, como cercanía a basurales, a industrias riesgosas y a cursos de agua contaminados. A este cuadro se suman situaciones de vulnerabilidad social, como la falta de acceso a servicios de agua y cloacas, viviendas precarias y muchas otras necesidades básicas insatisfechas.
"Los que están expuestos a cuestiones más problemáticas, para nosotros son los que deberían tener más prioridad. Se están haciendo trabajos de remoción de residuos, pero la reconversión de las industrias viene muy lento, y la mejora de la red de agua y cloacas en general se omite en estos barrios informales. Mientras se decide si una familia va a ser relocalizada también hay que tomar medidas de mitigación de riesgo. Si se detecta que hay problemas con el agua, hay que entregar agua segura, y lo mismo con temas de cloacas o de salud. En relación con la calidad de la vivienda también se pueden tomar medidas intermedias, ya que hay muchas patologías que tienen que ver con el contacto con el suelo directo", agrega García Espil.
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Al caminar por los barrios se siente la incertidumbre de la gente frente al proceso de relocalización y su angustia ante las condiciones precarias en las que viven. Pero su principal miedo siempre es la salud de los más chicos, que son los que más se ven afectados por afecciones pulmonares, problemas en la piel o altos niveles de plomo en sangre.
"Los que viven en condiciones más precarias o encima de fuentes de contaminación se quieren ir. Otros que viven en barrios hace muchos años y están arraigados se quieren quedar. Lo que más complica no es la voluntad individual, sino la incertidumbre: muchos no saben por qué los van a relocalizar, adónde ni en qué plazos. Por eso pedimos la formación de mesas de vecinos en cada barrio, para que los puedan informar sobre estos procesos. También hubo problemas con complejos de viviendas que se entregaban en malas condiciones; algunos no tenían gas, casas que se rajaban, que no tenían las instalaciones apropiadas. Entonces hay muchas familias que no se quieren ir en estas condiciones. Por eso lo que pedimos es que se le exija a la Acumar el desarrollo de indicadores que permitan dar por aprobada la entrega de una vivienda sólo en condiciones dignas", propone García Espil.
Los actores involucrados en este difícil y engorroso proceso señalan que no se ha generado un actuar articulado entre las entidades participantes en temas como el control industrial, la prioridad de obra pública y el saneamiento de basurales.
Definitivamente hace falta acelerar los plazos para salvar a las miles de familias que tienen comprometido su futuro y su presente
Fuente: La Nacion
Link: http://www.lanacion.com.ar/1699302-a-orillas-del-riachuelo
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