Es feriado de Carnaval y, mientras la ciudad descansa, la persiana metálica roja del Circuito Cultural Barracas comienza a subir lentamente. En su interior, todo adquiere sentido. La estética del conventillo, con sus colores estridentes, se conjuga con las pinturas del maquillaje y con los disfraces de los murgueros, quienes están por llegar. Es que Los Descontrolados de Barracas salen para el corso en unas horas, y sus levitas inconfundibles, de color azul, naranja y amarillo, aguardan su próxima función. Integrada por vecinos de todas las edades y clases sociales, la murga porteña de Barracas ya tiene casi dieciocho años de bombo, platillo y baile en su haber y trabaja todos los años para hacer un aporte alternativo al género. Tras haber recuperado su feriado, el Carnaval nuevamente “metió la cola” y copó las calles, ritual en el que Los Descontrolados no quisieron ser menos y por ello volvieron a los corsos para ofrecer su nuevo espectáculo: Es lo que hay, que tendrá su presentación oficial en la puerta del Circuito (Iriarte 2165), hoy a las 16, con acceso libre y gratuito, y con la participación de La Redoblona, la murga de FM La Tribu.
lunes, 17 de marzo de 2014
Una invitación al pensamiento crítico
La murga-teatro del Circuito Cultural Barracas encontró en esta frase repetida la motivación para decir que “sí tiene que existir el conflicto, porque es una forma de crecer, de luchar y de estar conscientes”, según explica Ricardo Talento.
Es feriado de Carnaval y, mientras la ciudad descansa, la persiana metálica roja del Circuito Cultural Barracas comienza a subir lentamente. En su interior, todo adquiere sentido. La estética del conventillo, con sus colores estridentes, se conjuga con las pinturas del maquillaje y con los disfraces de los murgueros, quienes están por llegar. Es que Los Descontrolados de Barracas salen para el corso en unas horas, y sus levitas inconfundibles, de color azul, naranja y amarillo, aguardan su próxima función. Integrada por vecinos de todas las edades y clases sociales, la murga porteña de Barracas ya tiene casi dieciocho años de bombo, platillo y baile en su haber y trabaja todos los años para hacer un aporte alternativo al género. Tras haber recuperado su feriado, el Carnaval nuevamente “metió la cola” y copó las calles, ritual en el que Los Descontrolados no quisieron ser menos y por ello volvieron a los corsos para ofrecer su nuevo espectáculo: Es lo que hay, que tendrá su presentación oficial en la puerta del Circuito (Iriarte 2165), hoy a las 16, con acceso libre y gratuito, y con la participación de La Redoblona, la murga de FM La Tribu.
Es feriado de Carnaval y, mientras la ciudad descansa, la persiana metálica roja del Circuito Cultural Barracas comienza a subir lentamente. En su interior, todo adquiere sentido. La estética del conventillo, con sus colores estridentes, se conjuga con las pinturas del maquillaje y con los disfraces de los murgueros, quienes están por llegar. Es que Los Descontrolados de Barracas salen para el corso en unas horas, y sus levitas inconfundibles, de color azul, naranja y amarillo, aguardan su próxima función. Integrada por vecinos de todas las edades y clases sociales, la murga porteña de Barracas ya tiene casi dieciocho años de bombo, platillo y baile en su haber y trabaja todos los años para hacer un aporte alternativo al género. Tras haber recuperado su feriado, el Carnaval nuevamente “metió la cola” y copó las calles, ritual en el que Los Descontrolados no quisieron ser menos y por ello volvieron a los corsos para ofrecer su nuevo espectáculo: Es lo que hay, que tendrá su presentación oficial en la puerta del Circuito (Iriarte 2165), hoy a las 16, con acceso libre y gratuito, y con la participación de La Redoblona, la murga de FM La Tribu.
domingo, 9 de marzo de 2014
Recuerdos de Felicitas en el castillo Guerrero
La verdadera historia de la joven millonaria contada por su sobrina nieta en la imponente casa-museo de Domselaar, un pequeño pueblo de San Vicente
"Les voy a contar la verdadera historia de esta chica que nunca pudo ser feliz." Así, con tono trágico y enérgico comienza el relato sobre la vida de Felicitas Guerrero, esa joven de la alta sociedad dueña de una de las fortunas más grandes del país, que quedó viuda muy joven y a los pocos años (en 1872) la mató un enamorado despechado, cuando apenas tenía 25. La que cuenta es nada menos que Josefina Guerrero, sobrina nieta de Felicitas y actual dueña del Castillo Guerrero, una impresionante casona de 140 años, oculta entre la vegetación del jardín, en Domselaar, un pequeño pueblo sobre la ruta 210, en el partido de San Vicente, provincia de Buenos Aires.
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